Montgomery Clift fue un actor norteamericano que desarrolló su carrera entre finales de los años 40 y mediados de los 60. De un total de 17 películas, tuvo una carrera irregular diferenciándose claramente en ella sus inicios y papeles estelares que tuvo en los 50 del final de su vida. Para muchos, el más lento suicidio en vivo que ha experimentado Hollywood.
Aunque acudió a las clases del mítico Actor's Studio y casi se le considera cofundador, Montgomery Clift ha pasado a la historia del cine por ser uno de los primero referentes jóvenes de actuación. Siendo el primero cronológicamente en edad y en irrumpir en escena (Red River/Río Rojo, 1948) pronto sería asociado a Marlon Brando y James Dean.
Su estilo interpretativo es bien diferente, debiéndose principalmente a la propia sensibilidad de Monty, como era conocido, y por sus inicios teatrales. A los 12 años se subió por vez primera a un escenario quedando fascinado por ese mundo y encontrando en el una vía de escape a la tormentosa personalidad que se fue fraguando.
A los 18 años ya triunfaba en Broadway y prolongó una brillantísima carrera teatral mientras recelaba de las ofertas que empezaron a llegarle del cine.
En sus inicios, su educación exquisita y su porte aristocrático se vieron ideales para encarnar papeles de aire románticos, del perfecto galán. Pero él nunca quiso acatar las férreas normas de los estudios, le enfurecía que consideraran al actor una mera mercancía de ahí que siempre fijara su residencia en Nueva York, detestara Hollywood y se empeñara en revisar los guiones.
Los personajes de Monty Clift son jóvenes inadaptados e inconformistas pero es su neurosis y no la sociedad los que les hace estar “fuera del sistema”. Pese a estar exento del servicio militar y por tanto no participar en la II Guerra Mundial, interpretó en numerosas ocasiones el papel de soldado. El más representativo es su interpretación del joven soldado Prewitt sometido pero nunca doblegado a las intransigencias de sus superiores. Es el alegato que muestra De aquí a la eternidad, una grandiosa superproducción dramática dirigida con acierto por Fred Zinnemann.
La vida personal de Monty Clift fue tortuosa, ambigua y de tintes autodestructivos debido a su angustia vital e hipersensibilidad. Procedente de una familia acomodada, su madre anheló durante toda su vida a que la reconocieran como hija legítima y protegió sobremanera a Monty.
El estrellato de Monty Clift fue fulminante. Nominado como mejor actor por su segunda película (The search/Los ángeles perdidos, 1948; que se estrenó antes) fue considerado más que una joven promesa, una estrella cinematográfica con un potente ingrediente sexual para las fans de la época.
Esa presión acabó desestabilizando su frágil personalidad acuciada por su temor a ser homosexual, aspecto que nunca llegó a reconocer
Físicamente tuvo lo que se suele llamar una mala salud de hierro. En 1956 sufrió un aparatoso accidente de coche que le desfiguró el rostro y acentuó su tormentoso estilo de vida de alcohol y barbitúricos.
Montgomery Clift estaba dotado, qué duda cabe de una gran belleza. Su pelo negro con ese tupé característico que no le abandonaría y sus pobladas cejas negras contrastaban con la blancura de su piel y sus rasgos finos y delicados. Era de una belleza sideral con un rostro sumamente expresivo y una mirada penetrante, comunicativa como pocas, profunda e inconmensurable.
Me gusta destacar de él lo buen conversador que era, divertido, de personalidad arrolladora y atrayente.
Generaciones coetáneas y venideras (Newman, McQueen, Pacino) están en deuda con él no sólo por romper con el inmovilismo de la industria del cine sino por la galería de personajes que nos dejó: de jóvenes honestos, personajes ambiguos donde la perversidad la muestra con una pincelada y unos matices sutiles, hombres forjadores de esperanza, y en general aquellos héroes que son maltratado físicamente y cuyo espíritu permanece inquebrantable.
Escrito por About MC.
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