En la colección "Los imprescindibles" aparece A place in the sun (Un lugar en el sol, 1951). Esta es la información del librito que trae:
ARGUMENTO
George Eastman, sobrino lejano de un gran fabricante de bañadores de mujer, es contratado por su tío en la fábrica, para darle una oportunidad. Allí, donde embala las cajas de los bañadores, se relaciona con Alice, una compañera de trabajo con la que hace el amor. Poco después, George es invitado a una fiesta y conoce a Angela Vickers, una preciosa joven, perteneciente a la alta sociedad, quedando seducido por su encanto. George progresa en su acercamiento a Angela, que también se siente atraída por él, tanto que incluso piensan en casarse. Cuando parece que la vida le sonríe, Alice surge de las sombras de su pasado diciéndole que está embarazada. George sólo piensa en deshacerse de ella, y con este fin la invita a dar un paseo en barca por el cercano lago. En el último momento, George se arrepiente de su decisión. Sin embargo, la acusación final del fiscal será de asesinato.
UN PRINCIPIO NOVELESCO
Theodore Dreiser, penúltimo hermano de una familia de diez, nació en 1871 en Terre Haute (Indiana), rodeado por un ambiente de asfixiante probreza. Prácticamente autodidacta, Dreiser, se dedicó con relativo éxito a la literatura, escribiendo unas novelas ferozmente denunciatorias de las injusticias sociales de su país. La mejor de todas, la que obtuvo más éxito fue Una tragedia americana, que apareció en 1925. Dreiser se había basado en un suceso real: el asesinato (en Nueva York, en 1906) de una joven llamada Grace Brown, por su amante. Chester Gillette, que mantenía al mismo tiempo una relación con otra mujer de una clase social superior.
En su visita a Hollywood, a comienzos de los años 30, el cineasta soviético Sergei Eisenstein, reputado entonces como el mayor genio del séptimo arte -El acorazado Potemkin (Bronenosets Potyomkin, 1925), Alexander Nevski (Alexandr Nevsky, 1938)-, se fijó en la novela de Dreiser y escribió un primer tratamiento con vistas a hacer de ella su "película americana". En el estudio estaban tan encantados como recelosos, después de haber pagado los derechos cinematográficos de una novela que, cuando menos, consideraban agria y con algunos extremos indeseables, y así, en una reunión del mayor nivel, le preguntaron a Eisenstein si consideraba que el protagonista era o no culpable del asesinato. Einsenstein, que esperaba la pregunta, afirmó con convicción absoluta que la culpa de ese crimen era la sociedad capitalista que empujaba al desdichado joven a pensar en el delito. La reacción del estudio fue la de suspender inmediatamente su relación con Eisenstein. No querían en absoluto que desde Hollywood viniera nadie a desacreditar y atacar el sistema sobre el que se asentaba la sociedad norteamericana, a dinamitar mediante una película hecha en la meca del cine mundial nada menos que el ideal del sueño americano, la posibilidad de que cualquier hombre, mediante su esfuerzo y su talento, puede llegar a los más alto.
Sin embargo, Hollywood no estaba para derrochar lo que ya había invertido en el proyecto Eisenstein. Con los derechos de la novela en su poder, los responsables de la Columbia llamaron a Josef von Sternberg para que realizara la película. Sternberg, sin su descubrimiento maestro, Marlene Dietrich, y sin su habitual cinismo soterrado, que desterró como si la una fuese ligado al otro, desechó generosa y elegantemente todas las notas del tratamiento de Eisenstein, confió en el guión que escribiera para él Samuek Hoffenstein y, después de luchar a brazo partido con Dreiser, que estaba empeñado a toda costa en politizar el drama, construyó una excelente película, Una tragedia humana (An American Tragedy, 1931) con Phillips Holmes, Sylvia Sydney y Frances Dee en los tres papeles fundamentales de la historia.
Autor: Pedro Crespo
Notorious Ediciones.
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